Teoría del todo.

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(Publicado en El Mundo de León, el 11/12/2011).

Las ciencias, como antes las religiones, intentan explicar el mundo mediante una teoría del todo, que sirva igual para churras y para merinas. Sin embargo, poco después de que Einstein armonizase con diáfanas ecuaciones el interior de nuestro newtoniano planeta con el resto del Universo se reveló un problema de concordancia entre lo más grande y lo más pequeño, entre la incierta y probabilística vida de las esquivas briznas atómicas y el comportamiento solemne de las fuerzas gravitacionales que rigen el orbe a la mayor escala. Una contradicción que revela su mayor trance en los denominados agujeros negros, donde la gravitación devora el tiempo y el espacio, arruinando toda certidumbre a partir del lugar que los físicos denominan el "horizonte de sucesos", una suerte de Hades cósmico donde conocimiento y lógica carecen de sentido. En resolver esa sutura están empeñados sabios teóricos y prácticos de todo el mundo con adversa fortuna todavía.

Y algo así sucede, en nuestros días, con las ciencias humanas, o sociales que se decía antaño, que carecemos de una explicación global, arrasada la facundia desalmada del comunismo soviético, expuestas las miserias y falsedades del capitalismo global, mermadas las terceras vías en su descarriado desbarajuste. Más concretamente, las ciencias que pretenden explicar nuestra economía (en el sentido etimológico de esa palabra) no casan en lo micro y lo macroanalítico, no se entiende y nadie es capaz de explicar justificadamente lo que sucede, decirnos por qué hemos de pagar todos la factura de los que la han pifiado con las mismas reglas que han fracasado, por qué debemos emplear recursos de los más desfavorecidos para mantener poder y riqueza de los que no lo son. Falta una conexión mecánica y teórica entre el poder político y el económico que determine dónde está cada cuál y qué debe hacer, falta enlace entre ciudadanos y política, falta relación entre ecología y progreso. Falta nexo entre la realidad y la versión que de ella da la publicidad, entre la comunicación y lo que sucede. Falta conexión entre las intenciones y los hechos. Entre estos compartimentos estancos no hay relación de equivalencia, sólo sumisión o encubrimiento. Falta una teoría del todo, y por eso no hay una práctica del todo, por eso hay tanta zozobra, tanto titubeo, tanta decisión y marcha atrás, en fin, tanto descaro. Si la hubiera, no veríamos a un ministro de trabajo llorando ante las cámaras cuando explica sus propias decisiones, ni a cargos públicos sin avergonzarse públicamente de su propia incompetencia, o de las veces que han metido la mano en la caja para dejarla entelarañada. O anunciando que harán lo que sea necesario aunque no guste a nadie. Y de ahí, de esa falta de sentido de la que las cosas empiezan a abusar, de esa falta de costura entre lo que se dice y se hace, entre lo que sucede en la calle y lo que se cuece en los cenáculos del poder, acontece que cada vez estamos más cerca de un horizonte de sucesos que nos arrastra a asomarnos al agujero negro de nuestro incierto porvenir.

Luis Grau Lobo

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