Pagar y valorar

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(Publicado en El Mundo de León, el 27/11/2011).

Aún no se paga por entrar en El Corte Inglés, ni en Continente, que ahora le dicen Carrefour. Pero sí por entrar en la catedral de León, a partir del próximo mes de marzo. Esta celebradísima seo se resistía como gato panza arriba a la tasa que grava el acceso a la mayoría de los templos mayores de la región, pero hasta aquí llegamos. Va a convertirse, según dicen, de pulchra en "pingüe leonina". Hasta el momento eludía dignísimamente este peaje degradante y casi universal que tiende a convertir esos templos definitivamente en una caseta de turismo no apta para el recogimiento o la introspección, siquiera la admiración (ante la religión, ante el arte, etc.), antaño su misión primordial. Se acabó. A pagar y a "aprovechar" lo que dure la ficha, como en la feria de los coches de choque y la noria.

Casi al mismo tiempo, se ha decidido que van a cobrar la entrada a museos como el MUSAC, beneficiado de gratuidad desde sus inicios con el argumento de que había que promover su visita y el conocimiento del arte actual, la difusión de la creación cultural. Motivos que siguen vigentes para ese centro y para todos los de su estirpe, por cierto. Hace ya muchos años que corre el malentendido de que fue el ingreso en la Comunidad Europea lo que provocó que los museos dejasen de ser gratuitos. No es así, la Unión europea exigía un trato igualitario para todos los ciudadanos de Europa y como de aquella pagaban sólo los extranjeros, se planteó seguir el modelo británico (museos gratuitos) o el francés (todo el mundo paga), decantándose el gobierno entonces, como es tradición nacional, por el vecino gabacho. Un error.

Y ahora que las cosas van mal dadas, aquí es donde vamos a empezar a pagar, como decía la profe de Fama. Como si no lo hubiéramos hecho antes, que en ambos casos pagamos desde siempre. En definitiva, que los que andan achuchados (una gran mayoría y, por desgracia, creciente) se pensarán dos o tres veces entrar en la catedral de León para alcanzar ese regocijo espiritual milenario que ofrecen sus bizarros espacios, o en el Museo de arte más contestatario de la región, allí donde se dicen que se dilucidan revelaciones capaces de interpretar y renovar nuestra sociedad...

Y casi siempre -aparte el argumento de la crisis, que debería servir para lo contrario- se justifica el sablazo con esa frase castiza y para enmarcar de que "no se valora lo que no se paga", la cual ofrece muchas lecturas, todas ellas reveladoras de la trampa indecente que encubre. No insistiré en rebatirla porque no merece la pena algo que se califica por sí solo, pero, para empezar, la mayoría valoramos muchas cosas que no se pagan como las mejores que nos ofrece la vida. Y para terminar, esos servicios y lugares se pagan, claro que se pagan. Desde siempre. Y caros. No es que se valoren más si se cobra la entrada, es que nos cuesta más acceder a ellos. Sobre todo a los que menos tienen. En evitar o limar tales desigualdades se basa eso que llamamos justicia. Y hay cada vez más gente en ese caso. De hecho durante la última década y media no hemos sido capaces de disminuir esa cifra de personas que rondan la miseria a pesar de la riqueza que pasaba tan cerca de ellos. Y esto va a peor. Pero pretendemos que paguen por igual. Por ver museos, por entrar en los templos que son o deberían ser de todos, pues son la herencia que nos es común. Y no hablemos, claro, de la enseñanza o la sanidad... ahora también en el punto de mira de las maltrechas finanzas públicas.

Creo que visitar un museo es algo esencial para la educación de un ciudadano. Si no se está de acuerdo, entonces nada, a pagar. Si se está, podemos dar acceso universal y dejar que, una vez dentro, como en El Corte Inglés, los visitantes escojan servicios o productos a mayores, esta vez sí, de pago, pues no son esenciales para lo básico, que es acceder. No al revés. Si queremos usar técnicas de mercadotecnia sin perjudicar al ciudadano, no cobremos por el acceso y, captado el público, ofrezcamos después todo lo demás, lo accesorio, mediante cobro. Además, así no se decepciona a nadie.

En fin, que no me quejo si me bajan el sueldo cuando la empresa lo necesita para salir adelante. Y no veo mal subir los impuestos si es necesario para que se mantenga o mejore el nivel de amparo social que tanto logró conquistarse y tanta falta hace a quienes tienen menos. Así que no me digan que no valoro lo que es gratuito, porque aquí lo único que es gratis es respirar y, aparte de apreciarlo mucho, va costando cada vez más.

Luis Grau Lobo

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