Dos exposiciones temporales, un empeño permanente

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(Publicado en El Mundo de León, el 6/11/2011)

Once upon a time... Sí, sucedió hace un siglo y apenas duró un cuarto de centuria, una breve generación, pero aún hoy, cuando retejemos ese hilo roto en pedazos en 1936, sigue siendo un modelo en que nos miramos con cierta envidia y, quizás, un punto de remoto orgullo. Empezó antes, en aquellos tiempos en que un puñado de intelectuales, de cuando esa palabra tenía significado y carga social, se empeñaron en regenerar la vida pública española (¿les suena?) e iniciaron un proyecto que había de redimir una sociedad maltratada y menesterosa mediante la única fórmula que existe: la educación (esto también les sonará...). La constitución de la Institución Libre de Enseñanza (1876), cuyo nombre ya dice casi todo, marcó la pauta para el desarrollo de otros organismos ejemplares (la Junta de Ampliación de Estudios, el Centro de Estudios Históricos...) entre los que se encuentra La Residencia de Estudiantes, destinada a templar el talento y la capacidad de lo más espigado del saber hispano. Allí, al igual que a los pueblos apartados y desheredados de una geografía fosilizada, llegó el empeño de unos cuantos por el bien de muchos, sin sospechar que esta aventura tendría un abrupto y suicida final.

Pero por todo eso y por muchas razones hoy, más que ayer, interesa conocer esta historia recobrada que en León podemos evocar gracias a dos muestras excepcionales. La exposición que la misma Residencia -recuperada para la actividad formativa y científica en 1986- ha traído al Museo de León narra esta trayectoria aún candente merced a multitud de documentos, fotografías, objetos, ambientaciones y, singularmente, documentales de época, algunos de los cuales son primicia o arqueología viva sobre el lugar donde se incubaron los genios de Severo Ochoa, Buñuel, Lorca, Dalí y tantos otros, al calor de las enseñanzas de Ramón y Cajal, Ortega, Unamuno, Falla, Juan Ramón Jiménez, Aleixandre... Esta muestra en el edificio Pallarés se complementa además con otra, en el Museo de la Fundación Sierra-Pambley, en su caserón frente a la catedral, que revela la íntima relación de la labor filantrópica y pedagógica de esta Fundación leonesa con los institucionistas, a través de la impar figura de Giner de los Ríos, un andaluz de fuego, en definición certera de Juan Ramón Jiménez. Ambos museos nos brindan, hasta el 27 de noviembre, una oportunidad para reflexionar sobre las enseñanzas de un pasado reciente ahora que el futuro se antoja tan apremiante como decisivo.

 

 Luis Grau Lobo

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