Naturalezas muertas

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(Publicado en El Mundo de León, el 6/3/2011)

Como sucede con las personas, muchos de nuestros edificios monumentales guardan en algún discreto rincón un rasgo de personalidad extravagante o desacorde en apariencia con el resto. Estancias excéntricas o mobiliario incongruente, ecos de una rara historia o vestigios de inquilinos insólitos. Aunque, tras conocerlos, nos percatemos de una íntima coherencia insospechada. Es el caso del monasterio de San Nicolás el Real, en Villafranca del Bierzo, conocido como el convento de los paúles. En esta soberbia pieza de arquitectura barroca los jesuitas establecieron un colegio al que dotaron, a finales del siglo XIX, con uno de los primeros y más impares museos de la provincia, posiblemente el segundo en antigüedad, después del provincial fundado media centuria antes. Un museo de ciencias naturales que, pese a muchos aprietos, ha llegado a nuestros días.

Les recomiendo esta visita, a pesar de que su estado actual diste mucho de sus merecimientos y posibilidades. La sorpresa se adueña de uno a medida que se ganan sus entresijos. Una puerta lateral de la fachada nos introduce en una pequeña sala abarrotada con enormes y grotescas figuras de los gigantones y cabezudos que rondan los días de fiesta local. De ahí pasamos enseguida a una vasta estancia alargada colmada de vitrinas formando pasillos donde se agolpan los protagonistas de esta naturaleza muerta, antaño animada en ocasiones. Animales disecados fruto de un saber taxidérmico arcano y pedagógico; conchas, minerales y fósiles portadores de interrogantes melancólicos; algún impávido vestigio arqueológico quizá tenso por la compañía de tan vetustos vecinos; rarezas y anomalías en busca de una explicación que ya casi nadie se detiene a escudriñar... Son casi cuatro mil piezas amontonadas en sus confinamientos de cristal, muchas de ellas aún nombradas con las etiquetas que pretendieron trocar el pasmo en sabiduría. Una joya que ha resistido un siglo largo y aún espera miradas cómplices.

Y desespera, tal vez, porque en el febril panorama de renovación museística que ha recorrido particularmente esta tierra, aún quedan olvidos y lagunas que no han tenido oportunidad de vindicarse, junto a proyectos fallidos y dispendios indecentes que no voy a recordar aquí por no ofender a este sutil y testarudo museo. Muchas han sido las ocasiones que ha tenido para desaparecer, como la niebla al sol. La primera sucedió antaño, cuando a la expulsión de los jesitas, los padres paúles se hicieron cargo del inmueble y, con él, de una colección, que custodiaron con diligencia, repartida en otras casas (vizcaína y cántabra) pero, al menos, preservada. La última es muy reciente, de cuando el inmueble fue cedido a un efímero uso hotelero (esas soluciones para el patrimonio que acaban en fiasco...), lo que provocó el desmantelamiento de su vieja instalación en el claustro y un indigno y perjudicial embalado y almacenado. Los paúles ya no están en Villafranca, aunque sigan ostentando la propiedad, y ha sido el ayuntamiento y, especialmente, la Asociación cultural villafranquina Bur-Val quienes han tomado el relevo de su tutela y ponen el entusiasmo que, cuando falta el dinero o pese a su disponibilidad, garantiza el mantenimiento de una infraestructura cultural con raíces, sentido y sensibilidad.

No es este un país muy dado tradicionalmente a las ciencias, ni a la naturaleza, aunque en León, curiosamente, contemos con otro museo de este tipo (en los dominicos de La Virgen del Camino), aparte de un patrimonio tan exuberante como infravalorado en este terreno y de ahí, tal vez, estos y otros avatares indignos, cuando no indignantes. Claro que ahora este museo es apenas una curiosidad menesterosa, pero no cuesta mucho imaginarle un futuro, muy poco costoso además, en que reverdezcan sus viejas pretensiones pedagógicas. Es por ello que, cuando abandonamos este espacio aún evocador del optimismo científico decimonónico, no podemos evitar que los gigantones que custodian la sala nos parezcan ahora la metáfora exacta de que las únicas deformidades que hemos visto son aquellas fruto de la negligencia y la desidia del ser humano.

 

Luis Grau Lobo

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