(Publicado, por segunda vez, en El Mundo de León, el 9 de enero de 2011)
Aunque me había conjurado para no escribir, al menos como norma, de asuntos domésticos, a veces las conjuras (y las normas) fracasan por propia pertinacia. Vayamos, pues, con esta excepción. El pasado 20 de abril concluía el plazo que las administraciones implicadas han dado para recibir de la ciudadanía propuestas relacionadas con la celebración del decimoprimer centenario del Reino de León. Aparte de la oportunidad de conmemorar una mera fecha sin mayor enjundia, por lo que parece de momento, que la de ofrecer un nuevo capítulo de revisionismo histórico a la carta, al servicio de intereses propagandísticos (casi ni siquiera ideológicos) de nuestros aparatos de partido político; no me negarán que sorprende las alturas a las que esta llamada a la participación universal se produce, cuando apenas quedan ocho meses para una "efeméride" que se lleva cacareando públicamente desde hace al menos cuatro años.
Confieso que hace un tiempo era de la opinión de que podría ser conveniente celebrar algo del tipo "magno acontecimiento", sea esto lo que sea, aunque mejor si era conducido en términos de calidad homologables con el buen hacer de otros territorios históricos que nos han precedido en el intento (Navarra, Cataluña, Galicia...). Pero ese tiempo pasó. Las circunstancias, coyunturales y estructurales; el desarrollo ulterior de acontecimientos y declaraciones al hilo del asunto y, sobre todo, los retrasos, el atrevimiento bisoño y la improvisación predominantes me han echado atrás, y hoy día soy más de quienes, como ha sucedido con la extinta -¿temporalmente?- Feria del Libro infantil y juvenil, optan por no hacer nada ante la enorme posibilidad de hacer el papelón, ridículo que no por inconfesado se muestra menos evidente, como prueban las ediciones de
Vistas las cosas desde cierta óptica tampoco se trataría de quedarse de brazos cruzados, sino de efectuar una lectura de la conmemoración en términos de la aguda etapa de crisis económica en la que nos hemos plantado, para desdicha de la memoria de García I. Según ese punto de vista, tenemos al menos dos alternativas. La de siempre: una "magna exposición" o más de una si son menos magnas, un congreso, o más de uno, en el que sesudamente se investigue y se divulgue a un tiempo; algún acto o varios de retrospectiva carnavalesca o "tradicional" y la consabida colección de folclorismos de salón, lleunés mediante o no, aparte ditirambos nostálgicos de una Edad Media de peli de Charlton Heston. Claro está, para abundamiento de la consabida colección de hematomas en los costados de muchos de nuestros políticos locales y una bonita pero ficticia crónica de eventos rastreable a través de las hemerotecas para una posteridad de pega sobre lo que fue aniversario tan copetudo.
Otra posibilidad sería aprovechar el "acontecimiento" para solucionar viejos problemas culturales, de infraestructura y de funcionamiento, que acucian a este León nuestro desde hace demasiado tiempo y deberían ensombrecer de vergüenza cualquier acción extraordinaria de promoción cultural que no los tuviera en cuenta. Aprovechar presupuesto, medios y atención mediática y popular para abrir eficazmente la ruta romana y sus sótanos aún-no-visitables, culminar las obras y abrir al público las murallas, el monasterio de Escalada y todos los demás cenobios mozárabes... (extiendan los puntos suspensivos a discreción). Aprovechar que el presupuesto de ese 2010 pasa por aquí para que las numerosas instituciones culturales de León tengan partidas suficientes para sus actividades consolidadas, muchas de ellas en riesgo por la crisis, y para promocionar lo que ya existe... Tener y mantener, en definitiva, el potencial cultural de León en plena forma y a pleno rendimiento, no mediante la elevación de castillos en el aire y la compra de humos o de panegíricos varios, sino por la construcción y asentamiento de cuantas iniciativas están ya ahí, sin que nadie las "invente", dispuestas a alcanzar el grado de realidad que aún no han llegado a tener. Demos una oportunidad a las potencialidades que todos sabemos tienen las cosas que ya tenemos. Que son muchas y buenas, aunque no sean ni nuevas ni flor de un día.
En resumen, invertir en lugar de gastar, dejar sembrado para recoger después, hacer para durar. Afrontar la crisis creyendo en un futuro que la superará gracias a la acción esforzada en el presente, no por la pura inercia de
Ahora que, también podemos protagonizar otra de esas estampas leonesas de honda raigambre y gran concernimiento con que nos retrata Rodera con sarcasmo, con un clásico tópico: "León, 2010, fuese y no hubo nada".
NOTA: este texto, literalmente, fue publicado ya en este periódico el pasado 10 de mayo de 2009.
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