Vigilante de museo

| No Comments | No TrackBacks

(Publicado en El Mundo de León el 20/04/2010)

 

Suelen ser motivo de broma y hasta de burla, porque su tarea se nos antoja más bien aburrida y en ocasiones ingrata. Sentados, en pie, paseando, mirando distraídamente al vacío, al periódico, a una novela o, con una mueca inevitable y comprensible de fastidio, a esa excursión de escolares cuyo bullicio altera su paz y les alerta de manera tensa y repentina, casi nunca son como nos parecen. Es verdad que tienen que insistir en las prohibiciones y normas que nosotros mismos redactamos para evitar que nuestro legado más precioso se vea perjudicado por nuestra tendencia a erosionar aquello que amamos o por el simple desprecio hacia aquello que aman otros. Es cierto que nos avisan a la entrada, nos cobran, nos preguntan la edad y, a veces, la procedencia, indagan sobre nuestros gustos y nos ofrecen en ocasiones lo que creemos que es poco a cambio de tanta pregunta e incomodidad. Y también nos amonestan, casi siempre con una gentileza que cuesta mantener hora tras hora, día tras día, cuando quebrantamos de inmediato las normas que nos acababan de anunciar y que vemos colocadas por doquier en carteles a la vista, que sabemos antes de entrar aunque luego nos apetezca jugar a policías y ladrones con su infinita paciencia. A veces incluso los miramos como si no tuvieran derecho a limitar nuestra sagrada voluntad de hacer lo que nos da la gana.

Entre su pobladísimo anonimato ha habido algunos con fama, pero casi siempre a causa de un acontecimiento que traicionaba su espíritu gremial, su profesión. Desde aquel que robó la Gioconda para llevarla de vuelta a casa, a Italia, hasta el vigilante que, atrapado durante años en la misma sala, enloquecido, acabó arremetiendo con un martillo contra la bellísima crátera François hasta hacerla añicos. Pero en general, la suya es una existencia pacífica, pero no exenta de sobresaltos, en apariencia ensombrecida por el fulgor de las obras maestras que les rodean, de los testimonios modestos, longevos e inquietantes sobre la fugacidad del tiempo y la vanidad de las vanidades, que tienen la misión y el orgullo de proteger, contagiados, quizás de la melancolía de su pervivencia. Hace tiempo leí que un visitante asiduo de museo se dedicaba a fijarse en los vigilantes de las salas en lugar de hacerlo en las obras que exponían y, de esta manera, sus jornadas en el museo resultaban mucho más entretenidas y originales. También hace tiempo que su presencia se cuestiona en muchos foros, entregados como están los museos, como toda máquina cultural, al vértigo de una modernidad en ocasiones chusca y voluble, casi siempre empresarial. Guías, monitores, actores... numerosos inquilinos ocupan ahora las salas de los museos con un bullicio y alharaca que ellos ignoran o supervisan, tal vez con la confianza de su dominio sobre el ámbito que otros sólo ocupan vicariamente, sabedores de que el silencio retornará para su distinguido regocijo.

Sin ellos no habría museos ni apenas visitas, pues saben indicar, aconsejar, comentar, callar. Conocen palmo a palmo su territorio, que es el mismo que el de las obras que vigilan y, entre discusión y acuerdo sobre el cuadrante de horarios o la negociación sindical, comentan alguna de ellas con frases más concisas y aceradas que cualquier catedrático. Son tanto el museo como lo que hay en él, pues lo habitan más que nadie y sólo una casa habitada es una auténtica casa. Ellos proporcionan a este frío depósito del pasado el calor suficiente como para que merezca la pena entrar en él.

Digo todo esto porque este miércoles falleció una compañera de trabajo de nuestro Museo de León, María José. Ella, como tantos que han pasado por sus salas, como Amparo, que acaba de jubilarse en ellas, era una extraordinaria persona cuya sonrisa y atenciones eran la primera obra de arte que los visitantes podían apreciar en este Museo. Adiós, María José. Seguro que muchas de las miradas congeladas en las paredes del Museo te echarán de menos. Como nosotros.

 

Luis Grau Lobo

No TrackBacks

TrackBack URL: http://fueradelugar.zonalibre.org/cgi-bin/mt-tb.cgi/19666

Leave a comment

About this Entry

This page contains a single entry by Fuera de lugar published on 20 de Abril 2010 10:13 AM.

Digital (y tal) was the previous entry in this blog.

La mirada arqueológica is the next entry in this blog.

Find recent content on the main index or look in the archives to find all content.