(Publicado en El Mundo de León, el 7 de diciembre de 2008)
Pocos, quizás ninguno, son los episodios históricos de la Antigüedad que tienen en el imaginario popular el peso de la resistencia de Numancia al acecho del poder romano. Desde el 153 al 133 antes de la Era, Numancia fue "el terror de la república" y resistió durante esas dos décadas al ejército más poderoso del mundo, que, finalmente, envió a su más reputado general, Publio Cornelio Escipión, el destructor de Cartago, para cercarla. Así lo hizo, empleando para rendir la ciudad celtíbera un ingente dispositivo fortificado, de más de
Hoy día, el imponente collado rocoso en que se aúpa el castro prerromano domina un amplio panorama sobre las vegas del Duero y el Tera desde donde se divisa y casi se siente la presencia de los ejércitos republicanos, un ámbito natural en el que el equilibrio de la historia, la presencia del hombre a través del tiempo, y la naturaleza, aún no se ha quebrado del todo. Un espacio que, además, sirve de armoniosa transición entre las literarias y bellas riberas del Duero en las afueras de la capital soriana, y la campiña que da sentido tanto a la ciudad como a su peculiar personalidad cultural.
Sin embargo, una vez más, todo esto no vale nada ante la avaricia inmobiliaria, aunque en este caso sean las administraciones encargadas de la protección de aquellos valores culturales y patrimoniales, más universales si cabe en este caso, las que amenazan con destruirlos.
En las inmediaciones de la capital arévaca, en terrenos que cualquiera contemplaría como afectados por el entorno de un paraje histórico único y global (aunque no estén dentro de la cicatera delimitación legal de la zona), se batalla hoy, año 2008, por salvar de nuevo a Numancia. Frente a ella, la Junta de Castilla y León, que promueve en esa delicada y esencial ubicación, ocupada además por el humedal del Soto de Garray, una urbanización de cerca de 800 viviendas, hoteles e industrias, bautizada sarcásticamente tal vez, como "Ciudad del Medio Ambiente" y aprobada a golpe de decreto legislativo. En este nuevo asedio acompaña a la que es administración competente en materia de patrimonio cultural, la municipal, la del ayuntamiento de Soria, que, al alimón con la Junta a través de Gesturcal, pretende construir un polígono industrial en el otro extremo del paraje. Y la del de Garray, que consiente una urbanización de unos 300 "chalés" que asoman sus ladrillos en terrenos del viejo cerco de Escipión. He aquí el nuevo cerco de Numancia. ¡Y en pleno estallido de la burbuja inmobiliaria!.
En su informe preocupándose sobre este tema,
En nuestros días se escenifica y recrea la vida de los numantinos a través de asociaciones y grupos locales, se levantan museos y se hacen exposiciones y congresos a propósito de tales acontecimientos, pero se permite que lo genuino, el verdadero testimonio histórico, sea vilipendiado y arrasado en su autenticidad paisajística y patrimonial. Sin embargo, con el soporte de historiadores, arqueólogos, profesores universitarios, Academias, Consejos Internacionales y la ciudadanía responsable, Numancia resiste aún. ¿Por cuánto tiempo?
Quizás aún estamos a tiempo de no repetir la historia, que primero fue tragedia, como un esperpento. Tal vez alguien con capacidad de iniciativa y lucidez suficientes para detener este desatino sepa leer con actualidad los últimos versos de la Numancia de Cervantes: "La fuerza no vencida, el valor tanto,/ digno de prosa y verso celebrarse;/ mas, puesto de esto se encarga la memoria,/ demos feliz remate a nuestra historia".
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