La integridad del capitalismo

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(Publicado en El Mundo de León, el 9 de noviembre de 2008)

 

El futuro ya no es lo que era. Ni siquiera el presente. Hace algunos, no muchos años, una crisis como la actual habría provocado un amplio movimiento de contestación que cuestionaría los fundamentos en que se basa nuestra forma de hacer las cosas, nuestra manera de abordar los problemas. Y más aún tal y como se va intentando resolver, de momento, con parches y a costa de la inmensa mayoría de los perjudicados, sin que aparezcan responsables de tamaño fiasco entre todos aquellos que se embolsaron monstruosas cantidades de beneficio durante la última década y media.

Cómo ha cambiado el cuento. La generación del 68 y de los años de la crisis del petróleo ha dado una vuelta completa: primero renegó del capital y ahora está ocupada en reflotar empresas con auxilio del Estado, cuando entre medias las privatizaba para hacer caja. Y para mayor escarnio ideológico, además, se pretende refundar el capitalismo, darle otra vuelta de tuerca a un modelo obsoleto y dañino, en una serie de reuniones al "más alto nivel" en las que el presidente de nuestro gobierno, un gobierno de izquierdas, se deshace por una silla que le va a prestar el marido de Carla Bruni.

Porque el capitalismo como sistema ha fracasado. Ni el libre mercado, ni la neutralidad del Estado, ni la independencia del sector financiero y empresarial, ni las leyes de la oferta y la demanda, ni la sagrada iniciativa privada han resultado útiles para evitar la pobreza de los individuos y las sociedades o la situación de callejón sin salida que el mundo tiene ante sí. Pero el capitalismo es un sistema honrado.

Porque, a diferencia de los sistemas económicos del pasado histórico en los que la pobreza era inevitable, para el capitalismo la pobreza es imprescindible. Al igual que la riqueza de unos pocos, a la que se sacrifican incluso las derivaciones benéficas del sistema, como el Estado de bienestar, cuando las cosas vienen torcidas. Pero, aún así, el capitalismo es un sistema justo.

El capitalismo no garantiza, e incluso estorba, la solución de los grandes problemas de nuestro tiempo, a saber: la protección a la gran mayoría de la población mundial (del primer al último mundo) que no tiene ni medios ni acceso a ellos, el justo apoyo a los países desheredados y despojados, la contaminación y destrucción del planeta y sus efectos sobre el clima y la salud, el mantenimiento, expansión y mejora de los servicios sociales, de la sanidad, de la educación...tantas y desde tanto tiempo asignaturas pendientes. ¿Recuerdan?, están casi todas en una cierta Declaración de los derechos humanos... Pero el capitalismo, seguro, es un sistema eficaz.

El capitalismo no ha permitido que la bonanza económica se reparta, pues las cifras estadísticas revelan que, tras década y media de vacas gordas, el porcentaje de menesterosos en España sigue siendo el mismo, mientras que el de acumulación de riqueza en pocas manos ha aumentado. La pobreza no se ha combatido, se ha confinado. Pero el capitalismo, pese a todo, es un sistema honesto.

El capitalismo ha muerto, pero como sucede con los dictadores cuya desaparición podría poner en riesgo el orden público, la estabilidad de los poderosos, podemos reanimar el cadáver artificialmente, situarle en régimen de respiración asistida y sentarnos a esperar su total putrefacción, supuestamente parapetados tras él ante el vendaval de la historia que nos demanda otra cosa. Pero el capitalismo sigue siendo un sistema decente.

Pinchadas las sucesivas burbujas del neocon globalizado, intervenidos los negocios de unos pocos con el dinero de todos, desmantelado el teorema del libre mercado y el laissez faire como una de las pamemas más indecentes de la aldea global, parecía llegada la hora del replanteo, de la parada y fonda, más que de una refundación, de una demolición controlada. Pero el capitalismo aún es un sistema virtuoso.

Con la subversión ideológica desmantelada, cualquier heterodoxia avasallada y estigmatizado todo tipo de "ejes del mal" ¿quién se opone al statu quo? ¿dónde está la izquierda? ¿no hay alternativas? ¿nadie responde al otro lado de la "delgada línea roja"? ¿hay alguien ahí? Una frase de la película "Los lunes al sol", dicha desde la amargura de una situación desahuciada y lúcida por un emigrante de los países del antiguo Telón de Acero que sufre en sus carnes el azote inmisericorde de la reconversión industrial, resume la teoría de esta situación: "todo lo que nos dijeron en Rusia sobre el comunismo era mentira, pero todo lo que nos dijeron sobre el capitalismo era verdad".

Tras este discurso fúnebre (el bardo de Avon me disculpe el préstamo) que no irá a ninguna parte, al menos si todo falla siempre podremos escuchar al consumido George W. Bush aplicar uno de los fundamentos de la filosofía marxista (la de Groucho, no la de Carlos): "estos son mis principios, y si no gustan... no importa, tengo otros".

 

Luis Grau Lobo

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